¡Hoy se publica la primera receta de Blog Disidente! ¿Te atreves a adivinar qué plato se merece este momento de especial atención? ¿Quizás un kéfir de leche cruda? ¿O un guiso de vaca a pasto? ¿O puede que un chucrut de col fermentada? Frío, frío. El plato que cocinaremos hoy no se come, o al menos no lo comemos directamente los humanos. Este plato es alimento para un ente bien distinto, al que normalmente ni siquiera consideramos. Estoy hablando del suelo. Ah, ¿pero el suelo come? Pues si le damos algo que comer, vaya si lo hace. Algunos describen al suelo como la cocina de la naturaleza. Tú pon los ingredientes adecuados y ellos se irán cocinando para satisfacer las necesidades de la rica estructura vital (micro y macroscópica) que se encuentra en sus oscuras entrañas. Hongos, bacterias, levaduras, actinomicetos. Lombrices, insectos, pequeños vertebrados. Y que no se nos olvide el componente fundamental y verdadera razón por la que todo esto nos importa en este instante. ¡Las plantas!
¿Qué comen las plantas?
Que las plantas comen es un hecho más o menos conocido por todos. ¿Pero qué comen las plantas sanas? Os adelanto lo que no comen: Tres letras en mayúsculas, o el famoso N-P-K en forma de sales altamente solubles. Lo que sí consumen son los subproductos del metabolismo de los distintos organismos que habitan el suelo.
El suelo en la agricultura industrial
Para entender la importancia de la receta de hoy, es vital conocer cómo se hacen las cosas en la agricultura convencional o industrial. El suelo típico de cualquier zona agrícola nos muestra tierra al descubierto, “limpia”. Cuántas veces erramos los humanos en nuestra percepción de lo que está limpio y lo que está sucio. ¿Está sucio el bosque? Yo diría que no. Sin embargo un campo perfectamente arado y sin una “mala” hierba constituye la máxima expresión del orden y la limpieza en el mundo agrario. Igual que el suelo de una cocina perfectamente desinfectada a golpe de lejía, no hay microorganismos en ese suelo expuesto al aire y al sol. Por eso las plantas necesitan de inyecciones en vena de al menos algunos minerales esenciales para su desarrollo “aparente” (tallos, frutos, hojas). Lo que no se desarrolla son sus capacidades inmunológicas o nutritivas. ¿Pero a quién le importa? Estas no añaden peso en la báscula del hipermercado. Lo que importa es la apariencia.
Jairo Restrepo observa la desolación de un campo de cultivo de lechugas en el sur de España.
Un suelo sin vida
Deja que enumere lo que ese suelo no tiene: minerales traza (que no por estar ahí en pequeñas cantidades son menos importantes), materia orgánica, microorganismos beneficiosos, agua, aire, lombrices, pequeños vertebrados, en una palabra…. ¡¡VIDA!! Llevamos cincuenta años, si no más, maltratando nuestros suelos agrícolas, exprimiendo hasta la última gota de materia fértil. No es de extrañar que los alimentos que producen no sacien nuestras necesidades nutritivas, sino que nos impulsen a comer más y más. Nuestro cuerpo es sabio, y si tenemos carencias nutricionales nos pide más comida. La epidemia de obesidad que sufre el mundo desarrollado no es ninguna casualidad ni está causada exclusivamente, y quién sabe si en absoluto, por el sedentarismo. Me atrevo a decir que lo mismo ocurre con el resto de las llamadas “enfermedades de la civilización”. Cáncer, diabetes, enfermedades cardiovasculares, infertilidad. Y recuerda, esas plantas no solo alimentan a los seres humanos, también alimentan a nuestros animales, que enferman igual que nosotros, y su carne no nos aporta los nutrientes que necesitamos.
El bocashi, un abono fermentado para recuperar la salud del suelo
Bien, pasemos a las soluciones. ¿Qué podemos hacer? Pues alimentar al suelo, así de simple. Esto es lo que consigue el bocashi, un preparado que llegó a tierras ibéricas de la mano de Jairo Restrepo y sus compatriotas latinoamericanos, y que ya está siendo producido y aplicado por numerosos seguidores del movimiento regenerador. El compost es también una fantástica solución, y volver a las antiguas formas de labranza con tiempos de descanso o barbecho ayuda. Pero si realmente queremos RECUPERAR lo perdido y REGENERAR lo degenerado, el bocashi no tiene rival. Aporta Materia orgánica igual que el compost, aunque menos descompuesta, pero también aporta las otras dos “emes” básicas para el suelo: Minerales y Microbiología.
La palabra “bocashi” proviene del japonés, y significa “materia orgánica fermentada”. Se trata de un compost rápido, semi-descompuesto, que sirve primordialmente para devolverle la vida al suelo y darle estructura. En pocas semanas estará listo, y sus ingredientes, en su mayoría residuos de la industria agrícola y por tanto de bajo coste, se pueden adaptar a aquellos de fácil acceso local. El objetivo es que los agricultores puedan revitalizar sus suelos sin gastar mucho dinero y sin depender de agentes externos.
Receta básica
2 sacos* de tierra cernida
2 sacos* de cascarilla de arroz
2 sacos* de gallinaza
1 saco* de carbón vegetal triturado
5 kilos de salvado de arroz
5 kilos de harina de rocas o ceniza, o una mezcla
5 kilos de tierra de bosque o bocashi maduro
1 litro de melaza de remolacha o caña
100 g de levadura de pan, granulada o en barra
Agua sin cloro, cantidad a determinar según la “prueba del puño” (véase más abajo)
*La receta se refiere a un saco de los que usan las fábricas de piensos, que tienen una capacidad de 80 litros.
La importancia de entender por qué hacemos las cosas
El ABC de la Agricultura Orgánica, de Jairo Restrepo y Julius Hensel.
Para realizar variaciones, tan necesarias para obtener los ingredientes de la forma más local posible, es importante conocer para qué sirve cada ingrediente. En el ABC de la Agricultura Orgánica, que está disponible libremente online, se detalla la finalidad de cada uno de estos ingredientes y los factores que afectan en la maduración del abono. Os animo a leer detenidamente la descripción de los ingredientes, ya que cuanto mejor entendamos por qué se utiliza cada cosa, más capaces seremos de ajustar la receta y parámetros a nuestra situación particular. También es importante entender el efecto de parámetros como la temperatura, la humedad, el pH, o la relación carbono-nitrógeno, entre otros. Aquí quiero destacar dos cosas. La primera, que los procesos microbianos que tienen lugar en el bocashi son de carácter aeróbico. Es decir, requieren de la presencia de oxígeno, que debemos tener en cuenta y cuidar. Para ello debemos airear (voltear) el producto periódicamente y asegurarnos de que el tamaño de las partículas que lo componen no sea demasiado pequeño, así como de que no haya un exceso de humedad, que sacaría el aire de la mezcla. La segunda es que las bacterias que queremos fomentar en este preparado tienen una actividad muy baja por debajo de los 20 °C, y en el otro extremo, mueren a temperaturas por encima de unos 75 °C. Para controlar la temperatura utilizaremos también el volteo, realizado cada vez que la temperatura alcance los 60-65 °C, aproximadamente.