Ejercicio físico acidificante y alcalinizante
Nota: en esta ocasión transcribimos dos páginas del libro del Dr. Robert O. Young, La Milagrosa dieta del pH sobre las diferencias entre el ejercicio que alcaliniza y depura el organismo y el que lo acidifica. Sus términos técnicos son el ejercicio anaeróbico y el aeróbico, el que genera deficiencia de oxígeno y el que lo aumenta, respectivamente.
El ejercicio te permite respirar y sudar. Hace posible que tu sistema linfático bombee y, al hacerlo, supone un componente inestimable del hecho de volverse y mantenerse alcalino. Eso se debe a que el poder del ejercicio para limpiar tu organismo, eliminando ácidos y todo tipo de toxinas, es tan importante como tu capacidad de incrementar tu fortaleza física y potenciar tu flexibilidad. Tiene tanta importancia como los beneficios cardiovasculares y el apoyo a los huesos y a las articulaciones, la eliminación del estrés y la estabilización del estado de humor. Es tan importante eliminar los ácidos del organismo como potenciar el metabolismo o mejorar la presión sanguínea y los niveles de los triglicéridos y de la insulina.
Esa es la razón por la cual hemos incluido un plan de ejercicios como parte integral de este tratamiento. El asunto clave es hacer ejercicio; pero también tienes que asegurarse de que se trate del tipo y de la cantidad correctos de ejercicio. Demasiado poco, una cantidad excesiva o un tipo inadecuado de ejercicio y lo que conseguirás será volverte más ácido.
Quiere a tu sistema linfático.

El sistema linfático es un sistema circulatorio secundario que discurre paralelo al sistema cardiovascular, y que está compuesto por una red de ganglios linfáticos, capilares y vasos que transportan un líquido claro y alcalino llamado linfa. (El bazo, el timo, el apéndice, las amígdalas y la médula ósea también contienen tejido linfático). Tu objetivo consiste en retirar los fluidos de los tejidos para devolverlos a la sangre, y eliminar los ácidos, los desechos, las bacterias y otras toxinas expulsándolos del organismo. La linfa también suministra nutrientes a las células y ayuda al intercambio de oxígeno y de dióxido de carbono. El sistema linfático respalda al sistema inmunitario, desplazando a los glóbulos blancos por todo el organismo.
Tenemos vasos linfáticos prácticamente en cualquier lugar en el que disponemos de vasos sanguíneos. Están recubiertos por una pared fina y lisa de músculo. Hay cientos de ganglios linfáticos diseminados a lo largo de estos vasos, con una especial densidad en el cuello, las axilas y las ingles. La linfa se desplaza a lo largo de los vasos linfáticos hacia los ganglios linfáticos para ser filtrada, pero no dispone de una bomba incorporada del mismo modo que sucede en el sistema circulatorio (tu corazón), por lo que necesita cambios de presión para estimular el flujo de la linfa.
Esos cambios de presión se dan gracias a la respiración profunda y a la actividad muscular. En otras palabras: el ejercicio es esencial para activar el sistema linfático, y debes bombearlo para conseguir que tu cuerpo sea alcalino (y para mantenerlo así). Si el flujo de la linfa se ralentiza o se estanca, tendrás una mala circulación, y el oxígeno fresco y el combustible no podrán llegar a las células.
Las propias células se bañarán en unos fluidos ácidos (y no alcalinos): fluidos que puede que contengan toxinas y sustancias de desecho, ya que el sistema linfático no funciona bien para eliminarlos. Tu organismo no trabajará de forma tan eficaz y advertirás que no dispones de energía. Padecerás dolor sistémico y/o localizado debido a la acumulación de ácido.Retendrás líquidos: una de las estrategias de tu cuerpo para neutralizar el ácido, y estarás completamente expuesto a las enfermedades degenerativas.
Éstos son los efectos de amplio alcance de la falta de ejercicio y de un sistema linfático que no obtenga un «bombeo» adecuado. Los alimentos ácidos, el azúcar y las sustancias químicas tóxicas también provocan problemas linfáticos. Los productos de desecho ácidos debidos a las reacciones químicas que se producen en las células, los ocasionados por la destrucción de los tejidos y las células, y cualquier subproducto ácido que no pueda eliminarse por el torrente sanguíneo pueden bloquear tu sistema linfático. Las cuestiones emocionales y psicológicas también pueden tener un efecto (véase el capítulo 14). La ira no controlada, el estrés, la fatiga o un trastorno emocional pueden ralentizar al sistema linfático.
Escoge el ejercicio aeróbico

Muchos tipos de ejercicio son aeróbicos. El hecho de que un ejercicio concreto sea o no aeróbico depende de la forma en la que se lleve a cabo. Generalmente, el ejercicio aeróbico es un ejercicio de una intensidad moderada llevado a cabo durante un período de tiempo relativamente largo. ¿El jogging dando varias vueltas a una pista a un ritmo razonable?: aeróbico. ¿El jogging a un ritmo tan intenso que no puedas ni siquiera mantener una breve conversación con tu compañero de carreras?: anaeróbico.
Ejercicio anaeróbico

El ejemplo clásico de ejercicio anaeróbico es el levantamiento de pesas (especialmente si tiende a aguantar la respiración); pero en cualquier momento en el que estemos haciendo ejercicio hasta el punto en que estemos jadeando para obtener oxígeno estaremos realizando un ejercicio anaeróbico (incluso aunque se trate de un tipo de ejercicio que creamos que es aeróbico). ¿El ciclismo?: generalmente es aeróbico. ¿Hacer ciclismo ascendiendo pendientes largas y pronunciadas?: anaeróbico. En cualquier ocasión en la que practiques cualquier tipo de ejercicio hasta quedar exhausto, habrás cruzado la línea y habrás pasado a realizar un ejercicio anaeróbico. Es decir: en cualquier momento en el que te sientas exhausto y percibas irritación (agujetas) o dolor en tus músculos, es la falta de oxígeno la que está poniéndose de manifiesto.
El agotamiento debido al ejercicio puede ser un fenómeno que afecte a todo el cuerpo o darse sólo en un músculo o grupo de músculos concretos. Cuando sientas esa sensación de quemazón en tus músculos estarás realizando un ejercicio excesivo. Tus músculos están exhaustos y no están obteniendo suficiente oxígeno. Un agotamiento más grave debido al ejercicio puede provocarte opresión en la garganta, una reducción de la visión periférica, mareos o vértigo y, en casos extremos, puede hacer que te sientas débil, desfallecido o casi a punto de desmayarte. Ciertos tipos de ejercicio pueden ser muy agotadores si no se realizan de forma correcta, y deberías ser especialmente consciente de evitar el agotamiento al correr o nadar largas distancias, con el levantamiento de pesas practicado de forma intensa y al realizar ciclismo, ya que de lo contrario te volverás más ácido, en lugar de alcalino.
Para más información sobre el ejercicio que alcaliniza el cuerpo y la dieta alcalina, recomendamos el libro del Dr. Robert O. Young, La Milagrosa dieta del pH. Extracto del libro páginas 279-282.
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